jueves, 29 de noviembre de 2012

Comunidad de Amor


Que ocurre cuando sientes en tu interior algo que te supera, una voz que te llama, algo inexplicable pero si tangible. Qué ocurre si naces en el seno de una familia católica y conoces a Dios y su voz te llama con más fuerza que  cualquier otra cosa,  y tu corazón palpita por ponerte enteramente a su servicio y le dedicas tu vida entera…
 

Este fin de semana he estado en Segovia, una bella ciudad llena de piedras con historias grabadas que rezuman aromas medievales, sueños de reyes y princesas, por sus callejuelas empicadas y angostas parece que te has anclado en el tiempo, sus calzadas empedradas te recuerdan historias vividas y pasadas, el aire trae brisas de antaño y todo se presta a soñar con caballeros de lustrosas armaduras en briosos corceles tratando de alcanzar el amor de la dama misteriosa y recóndita que se adivina melancólica en la almena del Alcázar… Se me va la imaginación…
 

Retomando mis pensamientos  anteriores, como os contaba me hospede en el convento de las Oblatas del Santísimo Redentor, una congregación de religiosas que son hermanas de vida activa, (me explicaron que las monjas son las que llevan vida contemplativa, por ejemplo las de clausura),  ellas,  realizan una obra de reinserción social trabajando con mujeres marginadas de todos los estratos de la sociedad, desde violencia de género, pasando por prostitución, abuso a menores y un sinfín de casos similares.
 

La congregación de Segovia son todas hermanas mayores y, en la actualidad llevan una vida tranquila y sosegada dedicando gran parte del día a la oración y al recogimiento, compartiendo su vida unas con otras como si de una colmena se tratara… cada una tiene un cometido, siguen un orden estricto y cada una sabe muy bien la tarea que tiene que realizar.
 

Dentro de esa casa se respira paz, equilibrio, buenas vibraciones, espiritualidad,… En mi estancia con ellas hablé poco… me dedique a observar sus vidas, sus devenires, sus tareas… en cada una de ellas vislumbre una sonrisa perpetua dentro de sus ojos, una humildad innata dentro de sus almas, un servilismo maravilloso de unas para con las otras, me encantaba observar como mujeres ancianas sentadas alrededor de una mesa en comunidad tenían todas sin excepción el alma blanca y transparente, pude leer dentro de cada uno de sus corazones a través de sus ojos limpios e ingenuos a la vez,  a pesar…  de los años.
 

Les hice una pregunta… : ¿Qué les había dado la felicidad en su vida, y,  si volvieran a nacer,  volverían a ser religiosas?. Las respuestas en todas y cada una de ellas fueron rotundas, y las palabras más empleadas fueron: “hacer la voluntad de Dios”, “ hacer el bien a los que nos rodean”,  “servicio a los demás”,  “convivencia con mis hermanos y sonreír”, “hago mi servicio viviendo feliz con mis hermanas”, misericordia, amor, entrega, alimento para el alma…
 
 

Todas  y cada una de ellas fueron desgranando hermosas palabras, positivas, y con gran contenido simbólico espiritual. Mi amiga Conchi y yo vibramos de emoción con ellas escuchando sus voces alegres, sus canticos en la capilla, y viendo el AMOR reflejado en sus caras.

Luisa Martínez-LILITRANA

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